Friday, January 14, 2011

El lado oscuro del glam

Por: Rafa Cervera

Iggy+Pop+David+Bowie+++Lou+Reed

En 1966, el único ser humano que había escuchado a Velvet Underground en toda Inglaterra se llamaba David Bowie. Había sido mod, pop, psicodélico, pero a pesar de su determinación, la fortuna se negaba a sonreírle. Tras un viaje a Estados Unidos para promocionarle allí, su manager le trajo el acetato de un disco todavía inédito que le había dado el mismísimo Andy Warhol. Cuando Bowie escuchó The Velvet Underground & Nico, se quedó atónito y cayó rendido ante la audacia de Lou Reed y su grupo.

Tres años más tarde, Bowie conoció a Nico en Londres. Ella había dejado ya a los Velvet, acababa de editar su segundo disco en solitario y mantenía un extraño idilio con Iggy Pop, cantante de un grupo de Detroit llamado The Stooges. Nico estaba obsesionada con Iggy (el propio Iggy reconoció años después que ella le enseñó los secretos femeninos del sexo oral) y sólo quería hablarle de aquel pequeño salvaje a aquel inglés delgaducho y afeminado. Por su parte Bowie no tenía el más mínimo interés en el tal Iggy, lo único que deseaba es que Nico le hablara de Lou Reed, de cómo escribió las canciones que tanto le habían conmocionado.

No sería hasta 1971, cuando los Stooges ya se habían desintegrado, que Bowie descubrió su primer álbum mientras le entrevistaban en una emisora de San Francisco. Y una vez más, volvió a ver el cielo abierto. El reconocimiento y el éxito seguían eludiéndole, aunque no por mucho tiempo más. En 1972 se inventó el personaje de Ziggy Stardust, un rockero alienígena que triunfaba masivamente y aquello fue profético. Mezclando la influencia de sus iconos (Velvet, Iggy, Bolan, Warhol) y algo de music hall británico, Bowie no sólo triunfó por fin, también cambió para siempre la música pop inventando el glam y ayudando a sembrar las semillas de lo que, unos años más tarde, fue punk.

ZIGGY CENTRE PGS

Ese éxito fue el nudo que ató definitivamente las carreras de Bowie, Reed y Pop, una especie de alianza caníbal que generó un intercambio de influencias, favores, homenajes y envidias que dejaron su huella en la historia del rock. Una relación que Dave Thompson exploró en el libro Your Pretty Face Is Going To Hell: The dangerous glitter of David Bowie, Iggy Pop & Lou Reed (Backbeat Books, 2009)

Portada Thompson y que en menos de un año vuelve a ser revisada en el documental The Sacred Triangle - Bowie Iggy & Lou 1971-1973 (Sexy Intellectual).

Tanto el libro como el DVD se complementan perfectamente, ya que aportan información sobre ese triángulo nunca equilátero cuyos tres lados compartían el gusto por las drogas, el sexo y la decadencia. Una materia prima que produjo momentos gloriosos a partir de 1972, cuando Bowie, ejerciendo de alma filántropa y amparado por su arrasador éxito, se dispuso a redimir las carreras de sus dos ídolos. Porque si bien Bowie había revolucionado a la juventud británica con The Rise And Fall of Ziggy Stardust & The Spiders From Mars y se disponía contagiar al mundo con la ziggymanía, Iggy Pop ya no era más que un zombie carcomido por las drogas, un apestado del que las discográficas no querían oír hablar gracias al kamikaze legado, musical y profesional, de los Stooges (se dice que Elektra quiso fichar a Humble Pie y a T-Rex, pero ambos se negaron a grabar en el mismo sello donde estaban los Stooges). En cuanto a Lou Reed, desde que abandonara a Velvet Underground en 1970, había estado buscando una identidad musical que no terminaba de encontrar.

Respaldado por Tony DeFries, un manager capaz de sacar oro de un montón de estiércol, y por la productora MainMan, creada para mayor gloria de Bowie, éste produjo a Lou Reed, dándole su primer éxito comercial con Walk On The Wild Side y colocándole al fin, con el álbum Transformer, en el lugar que merecía, en medio de esa escena glam que tanto le debía a Velvet Underground y a Warhol. A continuación, Bowie se metió en el estudio con unos revividos Stooges e intentó encauzar aquel caos produciendo Raw Power. El disco no vendió nada pero su furia sónica dictó las premisas del punk en pleno 1973.

Ziggy Stardust, Transformer y Raw Power. Tres hitos de toda una odisea artística que se gestó durante el bienio 1971-73 entre Londres y Nueva York, con la inestimable colaboración de personajes secundarios como Cherry Vanilla, Wayne County, Leee Black Childers, Danny Fields y Angie Bowie, entre otros. Una historia apasionante que sirvió para consagrar a tres monstruos del rock & roll y cuyo reverso quedó sintetizado cuando Bowie recordaba una noche cualquiera en el Max’s Kansas City, el club neoyorquino por excelencia, en la que él, Iggy y Reed compartían mesa sin absolutamente nada que decirse, espiándose furtivamente el maquillaje unos a otros.

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